Diarios en Bicicleta
En consonancia con su status de potencia emergente de alcance global, el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva se ofreció como mediador para así tratar de poner “paños fríos” a la crisis política desatada en torno al programa nuclear iraní. Es más desde el Palacio de Planalto hacen hincapié en que aún hay margen suficiente para la negociación, antes de que se impongan eventualmente nuevas sanciones a Irán.
El Ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Celso Amorim, inició hoy en Teherán una visita oficial de dos días en la cual se reunirá con su homólogo iraní, Manuchehr Mottaki, con el presidente Mahmud Ahmadinejad y con el jefe de los negociadores nucleares de Irán, Saedi Jalili.
Amorim defendió el derecho inalienable del país persa a realizar actividades nucleares pacíficas, y definió como "injustas" las eventuales sanciones internacionales impuestas contra ese país. El diplomático también último los preparativos de la visita que el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, realizará a Teherán el próximo 15 de mayo.
El gobierno brasileño en reiteradas ocasiones ha expresado su desacuerdo con la intención de los Estados Unidos de imponer nuevas sanciones contra Irán. Esto no ocurre por mera simpatía ideológica, sino que detrás subyace la intención de Brasilia de convertirse -en un futuro cercano- en una potencia nuclear emergente.
Por esta razón Lula decidió, a pesar de las fuertes críticas esbozadas por EEUU y compañía, recibir a Ahmadinejad en Brasilia: ya que lo considera como “un aliado circunstancial” en la cruzada que busca terminar con las “hipocresías llevadas adelante por el selecto club atómico”.
A pesar de que en estos últimos años Brasil ha sabido aprovechar hábilmente los recovecos que le brinda el modelo institucional, impulsado por la Naciones Unidas, para así ampliar su esfera de poder, situaciones como la antes mencionada permiten comprobar que el gigante sudamericano también está dispuesto a emplear políticas de fuerza para así tratar de ampliar su autonomía a nivel internacional.
No obstante de que recientemente el gobierno brasileño suscribió un convenio con la Casa Blanca para así estrechar vínculos militares, Lula parece cada vez más decido a tratar de poner fin a la dependencia militar que la región históricamente ha tenido hacia Estados Unidos.
Esta política autonomista no es bien vista por Washington, es más la administración de Barack Obama en un sin fin de ocasiones le ha exigido al Palacio de Planalto que endurezca su posición en torno al régimen iraní.
Pero estas demandas no han tenido respuesta, ya que Lula es muy conciente que si ahora le suelta la mano a Ahmadinejad en cierta forma perjudicaría a los intereses brasileños que buscan- en un futuro cercano- desarrollar el poderío nuclear del país.
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