Uniendo las fronteras de Latinoamerica




27 oct 2008

Retratos de una perversión

Especial Diarios en Bicicleta

Las historias de Carlos Castaño y Yair Klein nos permite conocer cuál fue la influencia de Israel en la conformación de organizaciones paramilitares en Colombia. El papel de Yair Klein y la intención de los “paras” de crear un movimiento político a futuro.



Gracias a su poder de mando, en 1997 Carlos Castaño se convirtió en el líder de las Autodefensas Unidas de Colombia. Fuente: Archivo

"Durante el primer año, fuimos una organización de espíritu exclusivamente vengativo. Y como ya habíamos ejecutado a la mayor parte de los asesinos de mi padre, comenzamos a ser justicieros. Éramos unos pistoleros vengadores. Así de sencillo. A los 16 años ejecuté al primer guerrillero. Era el hermano de uno de los que mataron a mi padre. Recuerdo que le grité: No creas que me vas a matar a traición y amarrado, como a mi padre, hijoeputa... Le metí tres tiros en la cabeza".
Con total frialdad Carlos Castaño narra en su autobiografía “Mi Confesión”, libro surgido luego de varias entrevistas realizadas a mediados del 2001 con el periodista Mauricio Aranguren, el camino que lo llevó a posicionarse como uno de los paramilitares más prominentes y temidos en toda Colombia.
En un comienzo Carlos y su hermano Fidel comenzaron ayudando al ejército a dar caza a los integrantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC):
“Nos fuimos a la base militar de Segovia que pertenece al Batallón Bombona. Todos juntos, los cuatro hermanos: Fidel, Reinaldo, Eufraelo y mi persona. Llegamos allí y les contamos nuestra tragedia... Les dijimos: Nosotros conocemos estos sitios por donde se desplaza la guerrilla. Que yo conozco una casa donde duermen. Que yo conozco una donde dejan el mercado. Que yo sé por qué camino cruzan. Y el ejército nos integró como sus guías. Hicimos muchísimas operaciones con buenos resultados”.
Como rápidamente se dieron cuenta que su nuevo rol de informantes no le permitía saciar su sed de venganza, en 1982 se enlistaron en un escuadrón de la muerte denominado MAS: “Muerte a los secuestradores”. Ya en 1985 los Castaño comandaban su propia tropa paramilitar, denominada Los Tangueros, una fuerza que estaba conformada por 150 hombres armados y que nació bajo el objetivo principal de ultimar a todos aquellos combatientes de las FARC que estuvieran relacionados con la muerte de Jesús Castaño.
Éste era un acaudalado estanciero del departamento de Antioquia, secuestrado el 19 de septiembre de 1981 en la estancia El Hundidor por un grupo comando de las FARC que le reclamaba una deuda en el impuesto de guerra.
La muerte de su padre llenó de ira a Carlos, quien juró acabar con todos los que provocaron el trágico final de su progenitor. No obstante, por ese entonces su pequeña organización criminal no sólo actuaba teniendo como móvil principal la venganza, sino que también cumplía el rol de verdugo de todas aquellas personas que estaban sospechadas de pertenecer (o sólo simpatizar) con las fuerzas insurgentes.
“Muchas veces se nos acercaba un policía o un cabo para decirme: ¿Carlitos, ve a ese hombre en la esquina del cementerio? Es un guerrillero. No hay ninguna prueba contra él, ustedes verán qué hacen. Yo le contestaba: si no hay policía ni ejército por aquí, yo mando a los muchachos. Se coordinaba la acción y dos muchachos caminaban hacia la puerta del cementerio, al salir el subversivo lo ejecutaban.”
De esta forma Los Tangueros continuaron operando impunemente durante largo tiempo, estableciendo una suerte de pax romana en la región en connivencia con el poder público.

La conexión israelí

"Al regresar al país, yo era otra persona... Infinidad de temas aprendí en Israel y a este país le debo parte de mi cultura, mis logros humanos y militares, aunque repito que no sólo aprendí en Israel lo relacionado con el entrenamiento militar. De allí vine convencido de que es posible derrotar a la guerrilla en Colombia. Yo comencé a ver cómo un pueblo logra defenderse del mundo entero. Entendí cómo involucrar a la causa a alguien que tuviera algo que perder en una guerra, con el fin de convertirlo en enemigo de mis enemigos".



Luego del viaje a Israel, Castaño volvió a Colombia convencido de que era posible ganar la "guerra" contra la guerrilla. Fuente: El Espectador

Todavía es un interrogante cómo llegó Carlos Castaño a territorio israelí a comienzos de 1984, pero lo concreto es que en esas tierras aprendió los principales preceptos teórico- prácticos que lo llevarían a convertirse en uno de los paramilitares más sanguinarios de toda América Latina.
Según lo sostenido por el propio Castaño en su autobiografía “Mi Confesión”, la cual salió a la luz gracias a varias entrevistas realizadas por el periodista español Mauricio Aranguren Molina, a lo largo de ese año formó parte del curso llamado “562”. El mismo les enseñaba a los “alumnos” como debían desempeñarse tanto en el campo regular (como irregular) de la lucha antisubversiva.
“Allí complementé mi educación, pues se insistía en el comportamiento, en la forma de vestir y de hablar en público. Recibí una clase para aprender a entrar y registrarse en un hotel, moviéndose con propiedad. Se analizaba la forma de actuar ante los policías de inmigración en los aeropuertos, leíamos en bibliotecas y se trabajaba durante largas sesiones la autoestima y la seguridad que debe tener el individuo. Un inigualable proceso en el cual me enseñaron a valorarme y a tener confianza en mí, a ganar en momentos difíciles mediante la intimidación".
Más allá de estos conocimientos, en Israel también pudo empezar a entablar contactos con algunos integrantes del ejército colombiano, que le serían provechosos en el marco de la lucha sin cuartel contra las FARC. “Tuve la oportunidad de conocer militares de nuestro país, los hombres del batallón Colombia, en el desierto del Sinaí. No conocí el batallón, pero en mis días de descanso nos encontrábamos en sitios que usualmente frecuentaban; compartía con amigos oficiales y sargentos".
Una vez que regresó a territorio colombiano en 1985, se unió al grupo paramilitar Caruso: también conocido en ese tiempo como Autodefensas de Magdalena Medio. El líder de esa organización criminal era Henry Pérez, a quien en “Mi Confesión” Castaño señala (junto a su hermano Fidel) como uno de los fundadores del paramilitarismo en la región
De acuerdo a un documento del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), titulado "Contaminación de las Autodefensas por el narcotráfico", se hace hincapié en que a mediados de la década del ochenta la crisis económica que atravesaban las autodefensas pudo ser superada mediante la alianza con el narcotráfico: “Ésta surgió a mediados de 1985 cuando la autodefensa interceptó un campero cargado de cocaína... Luego de conversaciones con los narcotraficantes y por iniciativa de Henry Pérez, la autodefensa devolvió el campero y la droga incautada a sus propietarios, recibiendo en contraprestación una camioneta Toyota, cuatro puertas, de fabricación venezolana...".
De esta forma los “paras” encontraron un nuevo negocio rentable, protegiendo los intereses de los carteles de la droga (tanto el de Medellín, como el de Cali) ante los embates de las fuerzas subversivas, lo que les permitía incrementar su poder armamentístico en el marco de la lucha contra las FARC.
Aprovechando las importantes sumas de dinero que empezaron a recaudar, los “paras” decidieron abrir escuelas de adoctrinamiento militar de campesinos, llevando a que se incremente notablemente el número de escuadrones de la muerte en todo el territorio colombiano.
De acuerdo a documentos del Departamento de Administrativo de Seguridad (DAS), la primera “escuela de sicarios” se llamó El Tecal; luego nacieron un sinfín de establecimientos similares. En el libro de Castaño es mencionada una “escuela” en el departamento de Santander, “La Cincuenta” (muchas veces se utilizaban nombres de burdeles para bautizar a los distintos establecimientos).
El entrenamiento que debía soportar cada recluta que aspiraba a ser paramilitar era realmente intensivo, de acuerdo a las características de cada individuo (quien debía presentar el aval de algún ganadero o traficante de la región) el mismo pasaba a formar parte del aparato de finanzas -drogas- o de seguridad -escoltas o patrulleros-.
Ya ene estos momentos inaugurales del paramilitarismo en Colombia, Carlos Castaño se perfilaba como un líder natural. La crueldad de sus acciones y su capacidad de mando lo posicionaron en 1997 como el Comandante en Jefe de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), un movimiento armado integrado por más de treinta mil hombres.
Ya en el año 2002, momentos antes de que los “paras” se plieguen al proceso de desmovilización propuesto por el gobierno de Álvaro Uribe, Castaño fue asesinado por un colaborador suyo.
Fuentes extraoficiales aseguran que la orden de ejecución habría sido ordenada por el propio hermano del líder de las AUC, Fidel. No obstante esto, esta hipótesis nunca pudo ser comprobada. Asimismo jamás pudo ser encontrado el cuerpo de Carlos Castaño, es más muchos colombianos vaticinan que el líder paramilitar no murió y que en realidad ahora esta pasando sus días como “retirado” en Israel.
Más allá de estas alocadas hipótesis, lo importante es lo siguiente: ¿Cómo es posible que 10 años un individuo como Castaño haya logrado conformar una aceitada máquina para matar como lo eran las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que al momento de su “desmovilización” en el 2003 aglutinaban alrededor de 30.000 hombres?
Para intentar responder a este interrogante debemos analizar qué papel cumplió Israel en el conflicto armado colombiano, a través del asesoramiento militar a los incipientes paramilitares del ex agente de la Mossad Yair Klein.

Yair Klein: el padre del paramilitarismo colombiano


El ex coronel israelí, Yair Klein, fue sentenciado en ausencia por la justicia colombiana a 10 años de prisión. Fuente: aporrea.org


En este breve acápite ahondaremos un poco más en la vida de Yair Klein, un personaje que-como Carlos Castaño- fue determinante para convertir a los hasta entonces dispersos grupos paramilitares en escuadrones fuertemente armados y entrenados dispuestos a sembrar el terror en todo el territorio colombiano.
Yair Gal Klein nació en 1943 en el kibutz Nitzanim, una cooperativa comunal creada por el movimiento sionista en Palestina a principios del siglo XX. En 1962, catorce años después de la creación oficial del estado de Israel, Klein se incorporó a la brigada de paracaidistas.
En poco tiempo llegó a ser instructor de paracaidismo y luego formó parte de una unidad de élite denominada Harub, la misma estaba encargada de realizar “operaciones especiales” sobre blancos palestinos determinados.
Finalmente Yair Klein se retiró del ejército israelí en 1977, portando el grado de coronel. Un año más tarde fundó la empresa Hod Hahanit (Punta de Lanza), iniciativa dedicada a la exportación de armas y equipamiento militar.
Según el testimonio del propio Klein su primer cliente surgió a raíz de un contacto hecho durante el conflicto del Líbano. El interesado en cuestión era integrante de la Falange Cristiana, un grupo acusado de llevar adelante masacres en los campos de refugiados de Sabra y Shatila (averiguar a que país pertenecen estos lugares).
El negocio resultó beneficioso para el ex integrante del Mossad, ya que por la venta de las armas recibió alrededor de dos millones de dólares.
De esta forma Yair Klein comenzó a viajar por distintas partes del mundo, vendiendo todo tipo de armamento a quien tuviera la capacidad económica suficiente para adquirirlos. En el año 2000 fue detenido en Sierra Leona cuando intentaba vender ilegalmente un cargamento de armas a un grupo mercenario.
Luego de fugarse de las cárceles africanas, Klein fue detenido en agosto pasado en el aeropuerto de Moscú por miembros de la Interpol.
A pesar de que Colombia inmediatamente solicitó su extradición, en el año 2001 el mercenario fue condenado por una Corte de Manizales a diez años de prisión en ausencia debido a su responsabilidad en la creación de los grupos paramilitares, el proceso judicial va a ser complejo y puede llegar a durar años.
A pesar de todas las acusaciones en su contra, Yair Klein no se arrepiente de nada de lo que hizo en Colombia. Es más en declaraciones a la prensa, advirtió que volvería al país latinoamericano siempre que lo necesitaran para acabar con la guerrilla. El ex agente del Mossad resaltó la tarea de adoctrinamiento de los “paras” que inició allá por 1987, una tarea que según él todavía no ha concluido.
Para concluir remarcó que, a pesar de todos los inconvenientes, sin dudas “el mejor capítulo de mi vida fue mi paso por Colombia”.
De acuerdo a investigaciones de la justicia colombiana, Carlos Castaño y Yair Klein se conocieron a mediados de 1987, cuando el ex agente de la Mossad fue invitado a Colombia para llevar adelante cursos contrainsurgentes destinados a perfeccionar a los grupos paramilitares.
Según informes del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), los cinco instructores israelitas-que ingresaron al país por Cartagena de Indias- realizaron el curso de adoctrinamiento en el centro de formación El Cincuenta, de Puerto Boyacá.
Representantes de distintas organizaciones paramilitares asistieron a la cita, hasta el mismo Castaño formó parte de ese curso inicial.
De acuerdo a investigaciones de la justicia colombiana, ex agente de la Mossad habría sido invitado a Colombia por el cartel de Medellín de Pablo Escobar Gaviria, bajo la fachada de una asociación civil que nucleaba a los grandes hacendados del Magdalena Medio.
Sin embargo el dinero en cuestión habría sido puesto por la trasnacional Uniban, una de las principales empresas exportadoras de bananas en todo el país. Aunque la compañía no estaba radicada en la zona, habría acordado que una vez formados y entrenados, los grupos paramilitares se trasladarían hasta sus tierras para poder garantizar “seguridad” ante los embates de la guerrilla.
Los “instructores” abandonaron territorio colombiano apresuradamente, ya que de acuerdo a dichos de “Teddy” (el intérprete israelita), tenían un compromiso pendiente en Honduras y Costa Rica: brindar entrenamiento militar a los “contras nicaragüenses”.
Vale recordar que en ese tiempo el gobierno estadounidense de Ronald Reagan hizo todo lo que tuvo a su alcance para intentar derrotar militarmente a la Revolución Sandinista. Es de creer que sólo con autorización del Departamento de Estado y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) uno podía acceder a esos campamentos mercenarios financiados por el Imperio del Norte.
Esto nos confirma que tanto Estados Unidos, como Israel, conocían perfectamente a que se dedicaba Yair Klein: el adoctrinamiento de escuadrones paramilitares en distintas partes del mundo.

A modo de cierre

Las AUC están acusadas de haber cometido más de 9 mil asesinatos en toda Colombia. Fuente: barricadefilms.com

Lo que Yair Klein no parece darse cuenta es que el “monstruo” que ayudó a crear, escuadrones de la muerte que luego adquirían el nombre de Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), luego marcaría a fuego a toda la sociedad colombiana.
No sólo por las innumerables matanzas que los “paras” perpetraron en distintas partes de territorio colombiano, sino también porque el paramilitarismo de los Castaño y compañía a la postre termino infectando el sistema político local.
Toda una camada de políticos vio en las AUC una posibilidad de acceder de manera sencilla al poder, mientras que los jerarcas paramilitares accedieron y fomentaron estos lazos ya que su intención en un futuro (luego de dejar las armas) era crear un movimiento político de masas.
Por suerte esto no ocurrió y hoy en día existe una causa judicial como la “parapolítica” que ha llevado a la cárcel tanto a los líderes “paras”, como a los políticos que utilizaron sus servicios.
Como cierre tenemos que decir que a través de la narración de las historias de Yair Klein y Carlos Castaño nos adentramos en un aspecto poco conocido del conflicto armado colombiano: la influencia de Israel en la conformación de escuadrones de la muerte. El rol de Klein y compañía fue clave para que grupos armados que hasta ese momento eran catalogados como autodefensas, se conviertan en ejércitos irregulares entrenados que luego matarían a más de 9.000 personas.

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